BAILAORA
Los días de sol en Andalucía llenan de paisanos y foráneos los restaurantes de la playa.
El paseo marítimo de La Herradura, en la costa tropical de Europa, rezuma olores de sal y flores.
En los cultivos: Aguacates, chirimoyas, mangos, papayas…
En los jardines: Hibiscos, mandevillas, flores del paraíso y de la pasión.
Es la primavera de 2014, y los domingos hay flamenco en el restaurante Las Maravillas.
Mientras los comensales disfrutan de arroces marineros y espléndidos platos de buen pescado, la música en vivo resuena por toda la bahía. Y los paseantes, peregrinos de la orilla, poco a poco van quedando varados en las inmediaciones de su terraza entoldada, donde una bella mujer baila frente al mar.
Se llama Beatriz Bravo Escudero, y lleva el arte flamenco incrustado en los genes.
La descarada honestidad de los niños arrastra a los mayores, más prudentes, y les obliga a permanecer observándola, cerca del establecimiento.
Nadie escapa de caer hipnotizado con su danza.
Alegrías, bulerías, colombianas, sevillanas, soleás, tangos…
Su duende es absolutamente femenino. Sus pasos y sus gestos mantienen vivo el encanto del precioso estilo clásico.
Recordé el flamenco de mi niñez, cuando las hembras de esta tierra andaluza expresaban su poderío con coquetería y gracia.
Y me volví a enamorar de él.